Los 80 fueron años convulsos, de cierto espíritu transgresor en sus inicios y de transición, más allá de la así llamada “transición política”: Unos tiempos llenos de intenciones de cambios, de virajes; sí, pese a que todo había quedado atado y bien atado, los primeros 80 depararon una época que vino marcada por todo tipo de ansias rupturistas y por la salida de múltiples inquietudes y personajes de armarios de todo tipo con dos propósitos, básicamente: mostrarse y demostrarse a una con la nueva década que estaban vivos, tanto a sí mismos como a sus congéneres. Que, pese a cuarenta años de oscuridad y cinco más de incertidumbres y dudas, el país se encontraba en la línea de salida de una nueva era, en la antesala de unos tiempos que se presentaban tan nuevos y salvajes (tal y como acertadamente cantaban Los Ilegales) como vertiginosos e ilusionantes.
Este estado de las cosas se plasmaría en Madrid por medio de lo que se dio en llamar La Movida, y cientos de kilómetros más al norte, en Euskal Herria, con menos margen para el optimismo por el subyacente y añadido problema político, de la mano de la eclosión del rock radical.
Así las cosas y a una los albores de esa década, en medio de ese contexto de deseos de cambios que en la mayoría de los casos se quedaron en eso, en puros y simples deseos (recuérdese al efecto el eslogan “Por el cambio” con el que el PSOE llegó al Gobierno en 1982) en Euskal Herria comienza a oirse hablar de unas gentes procedentes de Salvatierra / Agurain -provincia de Álava-, de unos tipos bastante escépticos frente a esos supuestos nuevos tiempos: De un incipiente conjunto un tanto estrambótico tanto por sus formas como por su nombre, La Polla Records.
El conjunto en sí, consciente de que pese a las ilusiones generadas todo seguía bajo control, no dudó en comenzar a proclamar y arrastrar su decepción de un escenario a otro escenario posicionándose frente a la falta de esperanza por la venganza abiertamente, por una venganza... musical al menos, de la mano de las pequeñas bombas de odio que eran sus composiciones.
Lo cierto es que, por unas u otras razones, pronto saltó a la vista que aquel conjunto no iba a pasar desapercibido para casi nadie, un conjunto formado en su día por los miembros de una cuadrilla de un pequeño pueblo sin mayores pretensiones y con una única intención: Matar el aburrimiento. Pero, lo que son las cosas, pronto se vio que el mismo, más que con un pan, venía con el punk bajo el brazo y dispuesto nada más y nada menos que a ser cronista de la época, dejar marcada su impronta y convulsionar la escena: La vasca en un primer momento, la estatal acto seguido e incluso la trasoceánica, con los años.
Así pues, y tras esta introducción o penetración -que tal vez hubiesen dicho ellos- veamos su obra, la obra de La Polla, sin el Records en los últimos años de su carrera pero con muchos bien marcados, sin duda: La obra de Fernandito -in memoriam-, Abel, Evaristo, Sumé y Txarly, la alineación titular durante tantos años, el equipo de gala que tantas y tantas noches de gloria dio a ambos lados del océano. Repasemos el ingente legado de unos tipos grandes y sencillos a un tiempo, humildes hasta decir ¡basta! y que a su pesar incluso... Terminaron por hacer historia.